Kwangmyong: la luz brillante que sirve para mantener a un país a oscuras.
En casi cualquier lugar del mundo, abrir un navegador significa entrar en Internet. En Corea del Norte, no. Allí, cuando un ciudadano se “conecta”, lo hace a Kwangmyong: una red nacional cerrada cuyo nombre significa, irónicamente, “luz brillante”. Es una intranet que imita a Internet, con sus páginas, su correo, sus buscadores y sus noticias, pero todo ocurre dentro de un terrario informativo diseñado por el Estado para que nadie eche de menos la web real. Revista Cloud+1
Lo llamativo de Kwangmyong no es solo su existencia, sino el contexto: estamos en 2025, con Corea del Norte desplegando 4G con equipamiento de segunda mano, mientras buena parte de su población sigue sin acceso a la World Wide Web, ni siquiera de forma parcial. La tecnología avanza; las paredes también. El Debate+1
De la fibra a la intranet: un país que decide conectarse hacia dentro
Para entender Kwangmyong hay que retroceder a los años noventa, cuando Corea del Norte empieza a construir su columna vertebral de fibra óptica. Entre 1992 y 1995 se levanta la infraestructura básica, con fábricas de fibra en Pyongyang y enlaces que conectan la capital con otras ciudades importantes. A partir de 2010, el país se enchufa formalmente a Internet global a través de China Unicom y, más tarde, suma un segundo enlace vía Rusia. Es decir, Corea del Norte sí tiene forma de conectarse al mundo; simplemente decide que esa conexión no será para todos. Ts2 Tech
En paralelo a esa infraestructura, el régimen impulsa su proyecto estrella: una red interna nacional que permita mostrar modernidad sin perder el control del relato. Kwangmyong nace a principios de los 2000 como una especie de “Internet socialista”, completamente desconectada de la web global. Es una red de alcance nacional, pero de naturaleza local: todos los servidores están dentro del país, todas las direcciones son privadas y el tráfico nunca abandona las fronteras. Revista Cloud+2Derecho de la Red+2
Con el tiempo, Kwangmyong se va expandiendo y sofisticando. Se suman bibliotecas digitales, portales educativos, medios oficiales, algo de comercio electrónico y un puñado de servicios que imitan las redes sociales o los foros. A mediados de la década de 2010, algunas estimaciones hablan de entre mil y cinco mil sitios internos, una gota en comparación con la web global, pero toda una galaxia para quien nunca ha visto otra cosa. Ts2 Tech
Cómo es navegar en una Internet que no lleva a ninguna parte
Si eres un norcoreano medio, tu relación con lo digital depende mucho de quién eres y dónde vives. En Pyongyang y en ciertas ciudades se puede acceder a Kwangmyong desde universidades, bibliotecas, centros de estudio y algunas oficinas públicas. En algunos hogares hay ordenadores conectados, pero siguen siendo una minoría. La mayor parte del uso real se concentra en espacios institucionales y siempre en entornos donde el ojo del Estado está cerca. Revista Cloud+1
La experiencia, por fuera, se parece a la de un Internet “normal”: abres un navegador, buscas información, lees noticias, consultas recursos educativos. Por dentro, es otra cosa. Los portales de noticias están controlados por el Estado y funcionan como amplificadores de propaganda. Las bibliotecas digitales contienen libros y artículos filtrados. Las enciclopedias y materiales educativos cubren ciencia, historia o tecnología, pero siempre desde una perspectiva alineada con la ideología oficial. Lo que no encaja, simplemente no existe. Revista Cloud+1
Varios informes de organizaciones de derechos humanos y testimonios de desertores describen una realidad todavía más cruda: incluso esta intranet censurada está fuera del alcance de muchos. Para quien vive fuera de los centros urbanos, para quienes no tienen los contactos o el dinero, “Internet” no es ni siquiera Kwangmyong; es algo que ocurre en otras capas de la sociedad. WIRED+1
Lo verdaderamente impactante es el nivel de desconocimiento. Muchos ciudadanos han estudiado en la escuela que existe una cosa llamada “Internet global”, o la World Wide Web, pero lo han hecho de memoria, en un examen, sin haberla usado nunca. Es conocimiento teórico sobre una realidad que no han podido experimentar. WIRED+1
La doble red: intranet para las masas, Internet para unos pocos
Por encima de Kwangmyong, el país mantiene una delgada capa de conexión real con el exterior. A través de unos pocos cientos o miles de direcciones IP públicas y un puñado de enlaces internacionales, un grupo muy reducido de personas puede navegar la web de verdad: altos cargos del partido, investigadores, técnicos, equipos vinculados a operaciones de ciberataque y algunos extranjeros. Ts2 Tech
Ese acceso, sin embargo, está tan regulado que deja de parecerse a lo que tú entiendes por “estar online”. Según investigaciones recientes basadas en testimonios de usuarios privilegiados, conseguir permiso puede llevar días, entre formularios y aprobaciones encadenadas. Y una vez dentro, la navegación transcurre bajo vigilancia directa: monitores físicos sentados al lado, revisión de actividad cada pocos minutos, registros sistemáticos de las páginas vistas y las búsquedas realizadas. WIRED+1
La imagen que emerge no es la de un país “sin Internet”, sino la de un país donde Internet está fragmentada en capas: una intranet nacional para aparentar normalidad, y una red real, muy estrecha, para quienes trabajan directamente al servicio de la maquinaria del Estado. Lo que se ve desde dentro está cuidadosamente curado; lo que sale hacia fuera, también.
Red Star OS: cuando hasta el sistema operativo está pensado para vigilarte
En este ecosistema controlado, hasta el sistema operativo forma parte del diseño político. Corea del Norte desarrolló su propia distribución de Linux, Red Star OS, basada en Fedora y equipada con un navegador derivado de Firefox, Naenara, adaptado para moverse por Kwangmyong. El escritorio recuerda primero a Windows XP y, en versiones más recientes, a un macOS antiguo: familiar, moderno, aparentemente neutro. Derecho de la Red
Lo interesante está bajo la superficie. Red Star incluye un firewall preinstalado, antivirus propio y un servicio que vigila continuamente cambios en el sistema. Si el usuario intenta modificar algo que no debe, el sistema muestra un error y el equipo se reinicia para volver a su estado original. No es solo un entorno de trabajo: es un entorno que se repara a sí mismo contra el usuario. Derecho de la Red
Además, el sistema marca automáticamente con una especie de “marca de agua” los archivos que se copian desde un USB, utilizando el número de serie del volumen para vincular ese contenido a un dispositivo concreto. Si un documento prohibido aparece donde no debería, es posible rastrear de qué máquina salió. Es vigilancia a nivel de fichero, integrada de serie. Derecho de la Red
La foto es clara: Kwangmyong no flota en el vacío. Está montado sobre un stack tecnológico —sistema operativo, navegador, redes, dispositivos— que ha sido diseñado para que la capacidad de controlar al usuario esté siempre por encima de la capacidad del usuario de controlar la máquina.
Móviles, 4G y pantallas vigiladas: modernizar para controlar mejor
El siguiente paso lógico del régimen ha sido llevar ese modelo de control al bolsillo de la gente. En los últimos años, el uso de teléfonos móviles se ha disparado, sobre todo en las ciudades, gracias a redes 3G como Koryolink y otros operadores bajo tutela estatal. Millones de norcoreanos tienen ya un smartphone; otra cosa es lo que pueden hacer con él. Ts2 Tech
Es en este contexto donde entra la llegada del 4G. La futura red, según explican expertos como Martyn Williams, se desplegará con equipamiento importado —probablemente de origen chino y en buena parte de segunda mano— y promete menos libertad, no más. Un ancho de banda mayor permite una cosa que preocupa a los analistas: vigilancia en tiempo casi real. El Debate+1
Ya antes del salto a 4G, los teléfonos norcoreanos incorporaban mecanismos de autorización que impedían abrir archivos no firmados por el sistema, borraban contenido considerado no autorizado y tomaban capturas de pantalla periódicas que el usuario ni ve ni puede borrar. Toda esa información queda en el dispositivo, disponible para ser revisada. Con 4G, la capacidad de exfiltrar ese material hacia nodos centrales se multiplica. El Debate
La paradoja es brutal: el régimen anima a la población a usar smartphones, porque está razonablemente seguro de que esos dispositivos no pueden ser usados contra el sistema a gran escala. No es un salto hacia la conectividad; es un salto hacia una vigilancia más eficiente.
Las grietas: USBs, redes vecinas y el precio de mirar fuera
Cuando cierras todas las ventanas, la información entra por las grietas. Corea del Norte no es inmune a eso. Desde hace años, hay un flujo constante de contenido extranjero que entra al país en forma de pendrives y tarjetas SD con series surcoreanas, películas, noticias grabadas y trozos de Internet descargados desde el exterior. El Debate+1
En las zonas cercanas a la frontera con China, algunos se arriesgan a conectarse a redes móviles chinas, ocultando el teléfono y la antena como si fuera contrabando. Quien es descubierto usando estas vías se enfrenta a castigos severos, que van desde trabajos forzados hasta penas de prisión y, en casos extremos, la muerte. Lo mismo ocurre con el consumo de ciertos contenidos considerados especialmente peligrosos, como pornografía o material político. El Debate+1
Kwangmyong, en este contexto, no es solo la red oficial: es también la coartada perfecta. Permite al régimen decir que el país está “conectado” mientras persigue cualquier intento de conectarse a otra cosa como una amenaza existencial.
2025: una intranet brillante en un mundo cada vez más oscuro para ellos
En 2025, Kwangmyong sigue cumpliendo exactamente la función para la que fue creado: no es un parche temporal fruto de la pobreza tecnológica, sino una pieza central de la arquitectura del poder norcoreano. La infraestructura ha mejorado, las redes móviles se han extendido, el 4G está en marcha, el sistema operativo propio ha madurado… pero la lógica de fondo no se ha movido ni un milímetro. Ts2 Tech+3Revista Cloud+3El Debate+3
Mientras el resto del mundo discute si el acceso a Internet debe ser considerado un derecho humano, Corea del Norte ofrece un caso de estudio incómodo: demuestra que se puede desplegar fibra, levantar redes celulares, desarrollar software propio y aun así mantener a la ciudadanía atrapada en una realidad de diseño. La brecha no es de ancho de banda, es de intención.
Kwangmyong es la prueba de que un país puede abrazar la tecnología y, a la vez, negarle a su población lo más esencial que la tecnología ha traído al mundo: la posibilidad de contrastar, de comparar, de descubrir que las cosas podrían ser de otra manera.
En un mundo cada vez más interconectado, Corea del Norte ha perfeccionado justo lo contrario: una Internet que ilumina sólo lo que el régimen quiere que se vea. Para millones de personas, esa luz es la única que conocen. Y ese es, quizá, el dato más inquietante de todos.
